OSO PARDO IBÉRICO

El oso pardo ibérico es el animal salvaje terrestre más grande de la fauna ibérica. Su cuerpo es muy robusto, con una enorme cabeza, rematada por dos pequeñas orejas redondeadas y con una pequeña cola de apenas 8 centímetros. Su pelaje se renueva una vez al año, en la época estival, y su tonalidad varía entre el pardo amarillento y el marrón oscuro, pasando por diversas gamas de grises, pero siempre con una peculiar coloración más oscura, casi negra, en las patas y amarillenta en la punta del pelo. Las crías suelen presentar un collar blanquecino más o menos amplio alrededor del cuello, marca que habitualmente desaparece a partir de la primera muda al año de edad, pero puede quedar algún resto en los adultos.

Son plantígrados, pues apoyan toda la planta de los pies al caminar, además de ser uno de los pocos animales capaces de ponerse a dos patas.

Los osos pardos son sigilosos y difíciles de ver, viviendo en solitario en todas las épocas del año, excepto en el período de celo que tiene lugar durante el verano. Cuando llega esta época, los machos empiezan a marcar su territorio en el bosque, arañando, mordiendo y descortezando los árboles, y frotándose contra sus cortezas para dejar su olor impregnado.

Los osos pardos son animales polígamos, que se emparejarán varias veces a lo largo de la temporada, formando parejas efímeras que se separarán una vez finalizado el celo de la hembra para retomar su vida solitaria.

En las hembras, la cópula provoca la ovulación, produciéndose una ovulación inducida, que incrementa sus posibilidades de quedar preñadas. Además la implantación del óvulo es diferida, flotando el óvulo fecundado libremente en el útero y no implantándose hasta el otoño, cuando comienza la verdadera gestación, que dura unos dos meses. Las crías nacen en invierno durante el letargo invernal de la madre.